Inversiones del capital

El stand up libertario en Davos no puede sino traer a la memoria a Marx, cuyo pensamiento no sólo no se ve refutado por la exposición de Milei, sino que se ve corroborado al pie de la letra. En especial aquellos pasajes de El Capital donde observa que, si se adopta el punto de vista de los que hacen del mercado la instancia decisoria de la economía capitalista, relegando la instancia de la producción a un segundo o tercer plano, todo aparece invertido. Así sucede con los economistas liberales desde el siglo XIX: todo aparece dado vuelta (en este sentido, lo de Milei es de lo más vetusto). La servidumbre del trabajador aparece como libertad y la ganancia del capital aparece como altruismo. O bien, el juego de la oferta y la demanda sería el único factor que decide el valor de las mercancías, ofuscando el hecho de que la producción también determina, profundamente, la oferta y la demanda. Milei lleva hasta extremos bizarros estas inversiones típicas del punto de vista liberal. El trabajo, que es lo que se apropia el capital, aparece como “capital humano”, y el capitalista, cuya única motivación es obtener ganancias, aparece como el mayor benefactor de la historia de la humanidad. No es casual que, en el marco de estas mistificaciones, lo más terrenal (un programa de shock económico) aparezca como “fuerza del cielo”, que el retroceso aparezca como libertad que avanza o que la visión más ideologizada aparezca como crítica de la «ideología de género». Solo así puede explicarse que la locura personal de Milei haya dejado de ser una locura puramente personal y se haya popularizado, constituyéndose en la expresión más extrema de un estado de “locura normal”: la locura propia del punto de vista del capital. Que uno de los capitalistas más grandes del planeta, Elon Musk, festeje por la red social que compró cada una de las gansadas propaladas por el loco de la motosierra no hace sino confirmar que la alienación no es un padecimiento monopolizado por el trabajador desposeído.

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