Juegos encriptados – Diseño de mercados y gamificación en el capitalismo cibernético

Artículo publicado en la nueva edición de la revista Espectros.

RESUMEN:

En 1944, el matemático John von Neumann publicó Theory of Games and Economic Behavior. Este libro pionero, en las antípodas del homo ludens invocado por Johan Huizinga pocos años antes, sentó las bases para la matematización económica de los juegos. Entre los muchos campos donde el pensamiento cibernético de von Neumann tuvo aplicación se encuentra una rama reciente de la teoría de juegos conocida como diseño de mercados, donde el rol del economista ya no consiste en criticar o justificar los hechos económicos, sino en diseñar mercados a medida, reuniendo teoría de juegos, ciencia de datos y psicología conductista, usufructuando las asimetrías de información sobre las que se asientan las plataformas digitales. En el presente ensayo reconstruimos la emergencia de estos saberes y los relacionamos con el proceso de la gamificación, proceso por el que el capital tecnológico instrumentaliza, crecientemente, el ámbito del juego, haciendo del jugar una actividad que ya no suspende, libremente, el tiempo de la vida corriente, sino una actividad obligatoria y constante, confundiendo las tres figuras principales con las que, en la modernidad, se ha definido al homo (homo laborans, homo economicus y homo ludens).

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Milei y la máquina de trinar

En 1922, Paul Klee pintaba un cuadro titulado Die Zwitscher-Maschine, que puede ser traducido como La máquina de trinar. El cuadro representa unos pájaros posados ​​en una suerte de rama activada por una manivela. Los pájaros parecen trinar a medida que se da vueltas a esta especie de dispositivo biomecánico, mientras debajo de ellos se encuentra una fosa que amenaza con engullirlos. Significativamente, en inglés, el cuadro es conocido como «Twittering Machine», siendo twitter traducible, precisamente, como trinar o gorjear.

De algún modo misterioso, y como notó el autor irlandés Richard Seymour, Klee se anticipaba en un siglo a las actuales máquinas de twittear, en el sentido ya no del canto de las aves, sino en el sentido de trinar como rabia, impaciencia, furia, «estar que trina». No obstante, a pesar de su reciente cambio de nombre por X -letra que quiere significar incógnita, pero que también puede leerse simplemente como ex Twitter- la plataforma comprada por Elon Musk no ha dejado de ser una versión más virulenta de la máquina de trinar anterior, en cuyo diseño ya estaba programada la tarea de hacer trinar a sus usuarios, alimentándose de ese gorjeo crispado.

Respecto a Milei, no sabemos si es aquel que activa la manivela mientras goza de ver a los demás trinar, o si se trata de una ave exótica que ha anidado en la twittering machine mientras otros le dan la vuelta, cavando con la otra mano, y debajo del mecanismo, una fosa cada vez más profunda.

Cosplay bíblico

Tomémonos por un momento en serio el delirio teológico de Javier Milei e intentemos leer, cual aplicados talmudistas, lo que se oculta entre líneas. En más de una ocasión, Milei -que no es judío pero quiere serlo a toda costa- se comparó con Aarón, el hermano de Moisés. Contrariamente a lo que cabría esperar, a su hermana Karina, en cambio, la compara con Moisés. Así como Aarón era el portavoz de Moisés, que padecía de tartamudez pero recibía la llamada de Dios, Karina, que no habla en público pero se comunica con entidades del más allá, sería, según su hermano, la voz de la que emana lo que él farfulla. De hecho, y teniendo en cuenta la importancia de los nombres de los perros en esta peculiar familia argentina, Aarón también es o era el nombre del perro con el que Karina participó del programa canino de Guido Kaczka cuando su ascenso a las altas esferas del poder político parecía algo disparatado.

Ahora, en las últimas horas, enfervorizado por su visita a Jerusalén, Milei posteó, en hebreo, el pasaje de la Torá donde Moisés se enfurece con el pueblo por entregarse a la adoración del becerro de oro. Con este posteo, Milei, identificado ahora con Moisés y no con Aarón, quiere decirnos que mandó a romper las tablas de la ley ómnibus porque el pueblo, que gobierna a través de sus representantes, le dio la espalda. No obstante, el presidente Milei parece ignorar que fue precisamente Aarón el responsable de haber cedido a la impaciencia del pueblo y hacer el becerro de oro. Es decir, con su personalidad escindida, Milei oscila entre Moisés y Aarón, entre el hermano que subió en soledad al Sinaí y el hermano que no pudo contener las pasiones idolátricas del pueblo. Porque, ¿no es acaso toda la propuesta de LLA más idolátrica que mosaica? Al respecto, baste observar las imágenes generadas con IA compartidas permanentemente por Milei, donde leones gigantes se erigen en medio de multitudes con banderas argentinas. A todas luces, se trata de un uso idolátrico de las imágenes generadas con inteligencia artificial. O bien, Milei, que se la pasa despotricando contra «la casta», parece nuevamente ignorar que Aarón es considerado el fundador de una importante casta: la casta sacerdotal judía.

¿Qué queremos decir metiéndonos en este enredo mitad psicótico, mitad teológico-político? Que Milei, con el fervor y la torpeza exhibicionista propias del converso, hace un uso idolátrico del judaísmo, es decir, hace no-judaísmo con rezagos de judaísmo tomados de aquí y de allá. Que en esto guarde grandes coincidencias con la ultraderecha israelí no puede resultar mera coincidencia.

Inversiones del capital

El stand up libertario en Davos no puede sino traer a la memoria a Marx, cuyo pensamiento no sólo no se ve refutado por la exposición de Milei, sino que se ve corroborado al pie de la letra. En especial aquellos pasajes de El Capital donde observa que, si se adopta el punto de vista de los que hacen del mercado la instancia decisoria de la economía capitalista, relegando la instancia de la producción a un segundo o tercer plano, todo aparece invertido. Así sucede con los economistas liberales desde el siglo XIX: todo aparece dado vuelta (en este sentido, lo de Milei es de lo más vetusto). La servidumbre del trabajador aparece como libertad y la ganancia del capital aparece como altruismo. O bien, el juego de la oferta y la demanda sería el único factor que decide el valor de las mercancías, ofuscando el hecho de que la producción también determina, profundamente, la oferta y la demanda. Milei lleva hasta extremos bizarros estas inversiones típicas del punto de vista liberal. El trabajo, que es lo que se apropia el capital, aparece como “capital humano”, y el capitalista, cuya única motivación es obtener ganancias, aparece como el mayor benefactor de la historia de la humanidad. No es casual que, en el marco de estas mistificaciones, lo más terrenal (un programa de shock económico) aparezca como “fuerza del cielo”, que el retroceso aparezca como libertad que avanza o que la visión más ideologizada aparezca como crítica de la «ideología de género». Solo así puede explicarse que la locura personal de Milei haya dejado de ser una locura puramente personal y se haya popularizado, constituyéndose en la expresión más extrema de un estado de “locura normal”: la locura propia del punto de vista del capital. Que uno de los capitalistas más grandes del planeta, Elon Musk, festeje por la red social que compró cada una de las gansadas propaladas por el loco de la motosierra no hace sino confirmar que la alienación no es un padecimiento monopolizado por el trabajador desposeído.

La prueba y la anomalía – Huellas de Carlo Ginzburg en Buenos Aires

Nos honra acompañar el nuevo número de Espectros con una entrevista al gran historiador Carlo Ginzburg a raíz de su reciente paso por Buenos Aires.

PRESENTACIÓN:

Historiador de la noche, de los indicios y de las conjeturas, referencia ineludible para numerosas generaciones de investigadores, Carlo Ginzburg visitó Buenos Aires y recibió el diploma de Doctor Honoris Causa. Aprovechamos la ocasión para acercarnos a su hotel y consultarlo sobre las obsesiones de toda una vida: las falsificaciones, los detalles anómalos, los rumores, las conspiraciones, las inquisiciones, los aquelarres, las herejías. Fenómenos que han transcurrido siempre del lado nocturno de la Historia y que, en el presente, se exhiben a plena luz del día, irradiados por la luz cegadora de las noticias falsas, la paranoia viral y las imágenes generadas por inteligencia artificial. Una vez más, Carlo Ginzburg, deleitándonos con su pensar en voz alta, ilumina el presente a través del pasado. Advirtiendo que la velocidad de la tecnología no es necesariamente incompatible con la lectura lenta, recogiendo las huellas de lo que aún está en camino.

Realización: Gabriel Muro // Producción: Pamela Gimena Vázquez

Realizado para: www.espectros.com.ar

Se viene la maroma

Resulta significativo que las músicas representativas de los últimos dos presidentes -el que está por salir y el que está por entrar- sean clásicos del rock argentino. Desde el comienzo de su mandato, Alberto Fernández sacó a relucir su fanatismo por Litto Nebbia, a quien llegó a sentar, el día de su asunción, en el sillón de Rivadavia. El revival de Nebbia venía a querer traer una onda de amor y paz que sin embargo terminó en un gobierno fisurado. En verdad, Alberto finaliza su mandato más bien como el náufrago de la canción La balsa: triste y sólo en un mundo abandonado. A diferencia de los pioneros del rock argentino, para quienes la idea de naufragar adquiría el sentido afirmativo de adoptar una forma de vida disidente respecto de la vida normal, Alberto naufragó sobre una balsa que no pudo resistir la ola libertaria. Podría decirse incluso que, más que como la versión beat grabada por Litto Nebbia, el gobierno de Alberto ha sonado como la versión de La balsa interpretada con expresión quebrada y desesperada por Tanguito.

Por su parte, la nueva ola libertaria trae como música de acompañamiento el Panic Show de La Renga. En esa canción, un león se presenta como “rey de un mundo perdido” y afirma: “Soy el rey y te destrozaré / Todos los cómplices son de mi apetito.” A plena luz del día, la ley de la selva irrumpe en la ciudad mientras el león clama a las multitudes que no huyan de él para así atraerlas hacia sus dientes. Pero por lo pronto, las multitudes no han huido de Milei, sino que se han congregado a su alrededor a la manera de los niños que siguieron al flautista de Hamelín, tipo musical del encantador de multitudes al que, según declaraciones recientes de Bergoglio, habría que evitar a toda costa.

Continuando con las evocaciones musicales, cabe recordar que, a fines de los años veinte y a las puertas de la década infame, sonaba un tango titulado Se viene la maroma, expresión hoy caída en desuso pero que en lunfardo significa el avecinarse de una situación difícil. Ese gran tango con letra de Manuel Romero anunciaba, mitad en sorna y mitad en serio, que se venía una revolución comunista. Con ella, y como en una inversión carnavalesca del orden social, los “bacanes” se verían reducidos a la condición de “chivudo y sin colchón” mientras que los “orres” (reos al revés) morfarían ostras y champán:

¡Ya está! ¡Llegó!

¡No hay más que hablar!

Se viene la maroma sovietista.

Los orres ya están hartos de morfar salame y pan

y hoy quieren morfar ostras con sauternes y champán.

Aquí ni Dios se va a piantar

el día del reparto a la romana

y hasta tendrás que entregar a tu hermana

para la comunidad…

Salvando las distancias, hoy vuelve a venirse la maroma. Ya no la maroma sovietista que nunca llegó, sino la maroma libertaria. Como en la revolución anunciada por aquel tango, esta otra maroma también se propone invertir todos los valores, a la vez que invierte la inversión social típica del carnaval. Después de todo, era propio del carnaval medieval hacer referencia al antiguo tema plebeyo del país de Cucaña, un país utópico donde la carestía desaparecería, la comida abundaría entre montañas de queso y todo sería compartido.

No obstante, el país de Cucaña que propone Javier Milei -aquel donde la casta es derrotada y la “gente de bien” goza de todos los beneficios del libre mercado- sería un país de la extrema privatización y estaría precedido por un período de gran penuria, producto de un ajuste que promete ser implacable. Aquí se entremezclan dos imágenes utópicas: la campesina del país de Cucaña y el mito bíblico del Éxodo, donde, antes de arribar a la Tierra Prometida, el pueblo se ve forzado a deambular por el desierto. Acaso esta sea la razón por la que, según dichos del propio presidente electo, Milei sea conocido en los círculos del sexo tántrico como “vaca mala”, por no dar leche cuando se lo ordeña. Se trata de una imagen a todas luces contraria respecto de los ríos de leche ensoñados por la literatura popular sobre el país de Cucaña.

Asimismo, vale recordar que la función del bufón medieval -que en muchos casos también eran músicos- era tanto entretener como criticar al soberano. Pero una cosa es ser un bufón y criticar al rey, y otra cosa es coronar al bufón como rey. Algo que, precisamente, solo tenía lugar en tiempos de carnaval, momento de fiesta donde la ciudad se parodiaba a sí misma, terminado el cual todo volvía a la normalidad. Es en este punto donde podemos volver a la canción de La Renga. Aquel rey león produce un show del pánico donde la ley de la selva irrumpe en la ciudad bajo la forma de un espectáculo pavoroso. No otra cosa cabe esperar de un gobierno de Javier Milei, quien, por cierto, en una entrevista reciente con Alejandro Fantino, se mostró devoto de la ópera Rigoletto, protagonizada, acaso no casualmente, por un bufón jorobado, e inspirada en una obra de Víctor Hugo titulada El rey se divierte.

¿Será entonces el gobierno de Javier Milei un momento carnavalesco que, como diría otro tango, durará apenas “cuatro días locos”? ¿O estamos a las puertas de un panic show permanente, tan difícil de revertir como una economía dolarizada?

También una corona, por Ludwig Heinrich Heyne (1898)

Revista Espectros – Número 9

En horas donde se vuelve imperioso no aflojar, nos pone muy contentxs anunciar que ya está online el nuevo número de Espectros!

Con ensayos y artículos sobre: música electrónica / Walter Benjamin / Alfredo Zitarrosa / Teoría de juegos y gamificación / Enrique Dussel / Tratados de gobierno durante la época de la colonia / Neoliberalismo y poder pastoral / Inteligencia artificial y educación / Ciberdefensa / Malthus y el espectro de la escasez / Declaración de Jena sobre el racismo / Hegel y Deleuze / Pedagogía decolonial / Psicoanálisis y tecnología digital / Correspondencia con León Rozitchner… y muchísimo más.

En la sección videos, engalana el nuevo número una entrevista con el maestro Carlo Ginzburg.

Como decimos siempre, esperamos que disfruten de este número tanto como nosotrxs en su realización.

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Transacciones repugnantes

Uno de los aspectos más revulsivos de Javier Milei consiste en enarbolar propuestas que nos resultan absolutamente desconcertantes. Milei es un importador de ideas extranjeras -sin ir más lejos, ha importado el paleolibertarianismo estadounidense-, a la vez que un exportador del reciclaje que hace de esas ideas importadas -la entrevista realizada por Tucker Carlson tuvo millones de vistas fuera de Argentina, y hasta recibió el beneplácito de Elon Musk-. Por caso, su propuesta de legalizar la venta y compra de órganos es algo rara vez escuchado por estos lares, pero defendido desde hace años por los libertarios estadounidenses (sin embargo, y muy significativamente, el único país en el que la venta y compra de órganos está legalizada es Irán). En este sentido, y para recurrir también a ideas económicas desarrolladas en las últimas décadas en EEUU, vale la pena detenerse en Alvin Roth, un premio Nobel de Economía que se ha destacado por desarrollar una rama de la ingeniería económica conocida como «market design», uno de cuyos principales campos de aplicación ha sido perfeccionar las logísticas en torno a la donación de riñones. Según Alvin Roth, no todos los mercados funcionan del mismo modo, e incluso existen lo que llama «transacciones repugnantes». Cada época, cada sociedad, considera válidas ciertas transacciones, pero repugnantes, y por lo tanto prohibidas, ciertas otras. Para la Iglesia católica, durante la Edad Media, el préstamo a interés resultaba repugnante. O bien, en la actualidad repugna el comercio de esclavos, cuando hace doscientos años era algo habitual. También el comercio de órganos resulta hoy, a la mayoría de las personas, algo repugnante, lo que no significa que siempre haya de ser así. Aquello que se considera una «transacción repugnante» no permanece inamovible, y varía con las épocas, tal como la variación del gusto, la moral y las costumbres. Pero quizá la fuerza de Javier Milei radique, precisamente, en correr el límite de lo que la sociedad argentina considera repugnante. No solamente en cuanto a la liberalización del comercio de órganos. No solamente en cuanto a la legalización de la compra y venta de niños. No solamente en cuanto a la entera privatización del sistema educativo. Sino también, como en el debate de anoche, en cuanto a proferir, sin culpa ni disimulo alguno, que no hubo treinta mil desaparecidos, y que los crímenes de las organizaciones guerrilleras también fueron delitos de lesa humanidad. La fuerza de Milei, entonces, como la de las derechas que hoy proliferan en todo el mundo, radicaría más bien en su carácter repugnante. Ellas mismas nos repugnan. Ellas mismas constituyen transacciones repugnantes. Pero, en un movimiento de lo mas ominoso, se alimentan de la repugnancia que producen, e incluso la incitan, encontrando así, en las zonas más nauseabundas de la sociedad, sus principales puntos de apoyo. Más que dirigirse al bolsillo -al que Perón definía como la víscera más sensible del hombre-, Milei se dirige al estómago de los argentinos. No precisamente para paliar el hambre, sino para revolver las tripas y así volver más tolerable aquello que hasta ayer resultaba repugnante.